El clavel que quería ser clavel
Un rey fue hasta su jardín y descubrió que sus árboles, arbustos y flores se estaban muriendo. El roble se moría porque quería ser como el pino. El pino quería dar uvas como la vid. Y la vid solo pensaba en florecer como la rosa. La Rosa quería ser fuerte como el roble. Solo había un clavel que florecía en medio del semimuerto jardín, y atraía por su color y vitalidad. El clavel florecía fresco y radiante. El rey le preguntó ¿Cómo es que creces tan fresco y saludable en medio de este jardín mustio y sombrío. El clavel contesto: soy un clavel, y si mi plantaste clavel, y no roble, ni pino, ni rosa, es porque querías claveles. Yo no quiero compararme con todo lo que tienes en tu jardín, quiero ser yo mismo, quiero ser un clavel y aquí está mi fuerza, mi vitalidad, y mis ganas de vivir.
No es vida marchitarse en insatisfacciones, en absurdas comparaciones con los demás. “Si yo fuera, si yo tuviera, si mi vida fuera, si estuviera en…” empecinados en no querer ver nuestra realidad, y hacer de la felicidad algo falso y totalmente ilusorio. Podemos elegir hoy en vivir confiados como el clavel de la fábula, sean nuestras circunstancias las que sean, poniendo sencillamente nuestros esfuerzos, y lo mejor de nosotros mismos, o vivir amargados por lo que no tenemos o no podemos ser. Sólo podremos florecer el día que aceptemos que SOMOS LO QUE SOMOS, que Dios nos hizo únicos e irrepetibles, y que nadie puede hacer lo que yo tengo que hacer. Comencemos como dice San Francisco de Asís haciendo lo que es necesario, después lo que es posible, y de repente estaremos haciendo lo que nos parecía imposible.
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